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ahora que soy una novia boba

una oferta difícil de rechazar

El fin de semana no prometía nada especial. Pero es sabido en el mundo entero que las cosas más importantes suceden en un sólo instante (siendo estrictos, las cosas en general, las importantes y las mundanas, suceden en un sólo instante, pero sorprende no ver venir las importantes). Por eso, sumida en la felicidad de la ignorancia previa a las sorpresas, no me encontraba preparada para asumir todo lo que el fin de semana me tenía guardado: el acto de amor más hermoso que me han dedicado nunca y el comienzo de una estúpida reacción que me va a hundir en el peor de los estados posibles... y que ya nunca me va a abandonar. Pero como dijo Jack el destripador, vayamos por partes.

Si he de ser sincera, tengo que reconocer que después de mes y pico de relación aún estoy un poco perdida. Todavía le miro y le escudriño intentando adivinar sus pensamientos (novias del mundo... ¡rendíos! Es una tarea imposible). Me pregunto cuáles serán sus reacciones a mis palabras, a mis actos. Aún no sé si me mira cuando duermo, si me huele el pelo ni cuál es mi posición real en su vida. Pero que nadie se lleve a engaño porque recién ahorita estoy descubriendo en mí misma cuáles son mis pensamientos, mis reacciones, si me gusta mirarle cuando duerme u olerle el pelo... y sobre todo, cuál es la posición que quiero que Él ocupe en mi vida. A veces me autoconvenzo de que cuando una duda se instala en mi cabeza, ya nunca va a abandonarme y se va a convertir en mi fiel compañera por el resto de mis días. Una vez más, sumida en la felicidad de la ignorancia. No sé por qué razón, se me olvida que en el momento más inesperado, algo sucede, algo pasa en tu rutina que te obliga a deshacer cualquier insostenible entramado en tu mente. Así fue como yo descubrí, ese fin de semana, cuál es la posición que quiero que ocupe en mi vida. En un instante, lo supe. Vi la luz... y la luz era hermosa.

Cuando Él se vino para Acá, sabía que se volvería al poco tiempo. Era consciente de que la oferta laboral que añoraba iba a llamar a su puerta un día cualquiera. Y así sucedió. Ese correo llegó. Y así me lo hizo saber:

Sujet: RV: super urgente contratación Universidad de Allá
De: Él@trabajo.aca

Date: 13/04/2007 11:33
Pour:
Él@trabajo.aca

 

Boba, recibí el mensaje que le adjunto y no sé, .... jajaja,

besos

Nota: Se adjuntó el mensaje reenviado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo ya sabía que lo que había en el mensaje adjunto no me iba a gustar... tardé cerca de un minuto en encontrar el coraje necesario para leerlo. Y con razón.

 

Sujet: super urgente contratación Universidad de Allá
De: antiguojefe@universidad.alla

Date: 12/04/2007 18:03
Pour:
Él@trabajo.aca

 

Estimado NoviodeBoba,
Es urgente que consigas una certificación indicando el tiempo que hace falta para terminar tus estudios de doctorado.
Se hará una solicitud de contratación para ti, seguida de una comisión remunerada por el tiempo que falta para que puedas terminar.

Un abrazo,

Sr. Antiguo Jefe de NoviodeBoba
Profesor Titular
Escuela de Física
Universidad de Allá.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Alguien duda a estas alturas de cuál fue mi reacción? No lo creo. Es por eso que soy una novia boba (bueno, y por alguna otra estupidez más). Por supuesto, empecé a llorar. Lloré... lloré... y cuando me cansé de llorar... seguí llorando un par de minutos más, por si acaso no había llorado lo suficiente. Esta es la estúpida reacción en la que me he hundido desde entonces y de la que hablaba antes. Parece que se abrió la compuerta del lacrimal y con cada nimiedad que acontece en nuestra vida en común, arranco a llorar como si el planeta fuera a detenerse para siempre, el sol a apagarse y la tercera guerra mundial a explotar en el mismo instante de tiempo. Boba de remate. Qué le voy a hacer...

Una vez conseguí recomponerme, fui a su despacho a verle. Necesitaba saber qué expresión en su cara era la que acompañaba a ese “no sé, .... jajaja” que venía en su correo. Pero no sé por qué. Mi decisión era clara, no hubo un segundo de duda. Si era necesario estaba dispuesta a tirarme por tierra, a humillarme y suplicarle que no se fuera, que no me abandonara, que ahora lo sé... que sólo quiero estar con Él. Obviamente, no iba a hacer nada que se le pareciera. Lo único que hice fue insinuarle (insinuación con los ojos cargados de lágrimas... un poco sutil como insinuación, la verdad) qué era lo que yo quería y asegurarle que aceptaría su decisión... porque tenía que ser Su decisión. Una decisión que yo no podía influenciar.

Continué el resto del día en mi despacho (¿alguien dijo trabajando?) con la cabeza como un ciclón: dando vueltas a velocidad de vértigo y arrasando todos los pilares que encontraba a su paso. Mis opiniones sobre los hombres... ¡al carajo! Mis posturas ante las relaciones... ¡al carajo! Mi orgullo... ¡al carajo! Mi super escudo de protección “nunca me enamoro-nunca me engancho-nunca dependo de la decisión de un hombre”... ¡al carajo! Mi jornada laboral... ¡al carajo! Mis años de ser una paria del amor... ¡al carajo y de qué manera!

Al instante supe que se trataba de un punto de no retorno. Yo había dado el paso (no sé exactamente cuando) y había perdido el control de mis sentimientos hacia Él. Ahora ya no existía para mí el “tú y yo”, sino el "nosotros". Pero lo único que podía hacer era esperar la tormenta. Y luego esperar que escampara. Esperar su decisión. Sin más.

Aquella noche, en la tenue oscuridad de nuestro cuarto, juntitos como si no hubiera espacio suficiente en la cama para los dos, hablamos por primera vez de las cosas serias. Hablamos juntos. Decidimos juntos. Juntos redactamos la respuesta a su antiguo jefe. Y nos embarcamos juntos en una apuesta sobre suelo europeo, en el que dar rienda suelta a nuestros deseos, a nuestros proyectos y a nuestra vida en común. - Se queda - pensé aliviada. – Se queda conmigo – pensé entusiasmada... ¿se queda por mí?... pensé... y entre la incredulidad, la emoción y la ilusión, Él se dormía entre mis brazos mientras a mí se me escapaba alguna silenciosa lágrima... y una enorme sonrisa.

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