un cuentito bobo
Él tenía el aire que tienen los buenos colegas: un buen hombro en el que llorar y una buena regañina si es que se tercia porque te has puesto pesadita. Atractivo, aunque no calificable como un bellezón televisivo, parecía esonder mil pasiones en su trastienda, múltiples, conteporáneas, repartidas. Alguien completamente fuera del alcance de una chica-pera, como yo. Pero lo fantaseé. Me permití el lujo de soñarlo. Lo deseé al menos una docena de veces hasta que me lo prohibí por completo. Una noche, juré que sólo seríamos amigos... nada más que amigos. Y hasta aquí todo bien. La vida es así y esas cosas. Pero ahí no acaba todo. El problema verdadero surge cuando la vida te da lo que esperas... y tú no estás preparada para recibirlo; ésta es la temática de este cuentito.
Alimentaban su halo de atracción los detalles de su vida y que yo aún desconocía; sabía que había una novia, que le esperaba amorosa a miles de kilómetros de distancia. Sin embargo, por comentarios que yo había cogido al vuelo en alguna ocasión, no existía relación verdadera entre ambos. Él no parecía tener interés en mantener aquella relación. O sí. No podía saberlo y nunca me consideré poseedora del derecho a preguntar ese tipo de cosas. ¿Qué pensaría si yo le preguntara algo así? Su vida amorosa en aquellos momentos era parte de su trastienda, la misma que yo consideraba llena de pasiones: en parte porque mi imaginación me daba mucho juego, y en parte, porque ya le había visto actuar (en mi propia casa) con una de sus ex-novias. Yo no entendía muy bien lo que estaba pasando. Bueno, para mí era muy claro que mientras su novia esta Allá, él estaba con la ex Acá. Así se ganó su etiquetita de galán de culebrón.
Y yo mientras tanto, sola. Sola como estaba desde hacía mucho tiempo. O sea, muy sola. Pero cuando lo fantaseaba, nunca perdía el espíritu de irreal, de imaginario. Era perfecto porque no era real. Yo no soñaba con él como una realidad potencial. Sólo era algo con lo que pasar el tiempo, con lo que olvidarme de que estaba sola.
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